martes, 22 de marzo de 2011

ESCARCHA

Lentamente la blanda escarcha se deshacía entre las hojas, pequeños brotes apelmazados en bulbos aun rojizos relucían con las gotas que emanaba de la nieve ya casi derretida.
Un sol de tacto suave emergía de las profundidades del invierno, dorando la pálida piel de la pasada estación, como cual frió cuerpo yacente en el suelo, descompuesto por el tiempo desaparecía a cual rayo de sol mas fuerte que el anterior, dando vida con su inanición, con su muerte resurgía lo que había estado protegiendo durante el constante frió de su cuerpo, la vida.
El gruyar de alguna ave, el canto de los pájaros, despedían a la reina de lo etéreo, aun volando desconcertados los últimos copos de nieve en el cielo se deshacían convirtiéndose en gotas que chocaban con flores de vivos colores.
Deslizándose por los riachuelos, la dama de blanco deshacía su perfecto moño de pálido color y helado tacto, descosía su ajustado corsé y su vestido de volantes y encajes amontonadas en cientos de capas de fina tela se convertian en fina y transparente seda, dejando ver su piel.
Elevando sus brazos, dejándose llevar por la fuerte corriente, pero aun débil caudal, disfrutaba de su ida, gimiendo con cada copo derretido, sus pechos de escarcha en fuertes corrientes se convirtieron y sobre ellos peces de brillantes escamas saltaban buscando una nueva y limpia agua virginal.
En sus pómulos se vislumbraba cierto sopor, el sol cada vez mas fuerte, la acaloraba, la consumía, la producía perderse en la mas extrema felicidad.
Bucles caían sobre sus hombros, rodeaban su cuerpo, el sol la desvanecía a su suerte y su ultimo alarido de vida fue en la gran cascada que en espuma su sonrisa se desvanecía convirtiéndose en agua.
Y la primavera surgió, la miraba desde las rocas del lago cerca de la cascada, como sus blancos mechones en fina espuma ahora la rodeaban y el ultimo pedazo de escarcha entre sus piernas la vida la daba, y así su estación llegaba.

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